martes, 1 de julio de 2008

Café, beer, chocolatte, vino

Le dijo el maestro Hora a Momo: “…Tenéis un corazón para percibir, con él, el tiempo… pero, por desgracia, hay corazones ciegos y sordos que no perciben nada, a pesar de latir”.

Esta mañana al despertarme (no sé muy bien porqué) recordé algo que pensé y que escribí hace unos meses, mientras viajaba en un autobús de Liverpool a Londres. No deja de ser una pequeña reflexión sobre las relaciones humanas. Una forma de percibir, una visión de cómo nos descubrimos, nos escuchamos y nos encontramos unos seres humanos con otros.

A lo largo de la vida, son muchas las personas con las que nos cruzamos. Con algunas tenemos la oportunidad de compartir vida, a otras las descubrimos muchas veces por casualidad. Por cuestión cultural, el hecho de comunicarse con los demás, se “suele” dar cultivando el “hábito de tomar”
Yo he escogido cuatros bebidas que me gustan mucho, para “expresar” como las personas dejamos de ser anónimos para “nombrarnos”… No es lo mismo compartir un café, una beer, un chocolatte o un vino. Por lo menos para mí no es lo mismo, ¿y para ti?...

El café abre puertas, muestra el comienzo de lo escondido. Es acogedor, dialogante y expresivo. Recorre el cuerpo con su aroma y sabor. Despierta los sentidos y da una visión rápida y global de lo que existe. El café enseña a ver, a construir un puente, a dialogar, a comprender que la esencia se mantiene aunque las concreciones son muy diferentes. Caliente o frío, nunca es indiferente. Para tomarse un café, necesario es aprender a escuchar…
La beer requiere tiempo, capacidad para saborear despacio. No es sensato tomársela toda de golpe aunque se puede (y de ello se aprende). Requiere ánimo y capacidad para aceptar las cosas que se van descubriendo. La beer marca una diferencia. Ya no es sólo ver, es querer descubrir un poco más, sin grandes pretensiones pero queriendo profundizar. No es anecdótico u ocasional, es algo que quieres repetir, porque vas descubriendo que detrás de cada beer puedes sorprenderte un poco más. La beer pide espíritu de búsqueda, siempre con mucha honradez y con mucho sentido del humor…
El chocolatte es como la vida, dulce y amargo, pero una vez que lo pruebas, nunca lo puedes olvidar. El chocolatte pide comprender, ir más allá, en las cosas pequeñas, en las cosas que nos dan sentido. Tiene la pretensión de ser significativo e importante. El chocolatte es impredecible y siempre deja un poso que te va haciendo sentir diferente. No te conformas con repetir, quieres que forme parte de ti. Sin excesos, en su justa medida te descubre con lo poco que puedes ser feliz. El chocolatte pide paz en el interior...
El vino celebra lo bonito de la vida, lo familiar, las raíces, el esfuerzo que supone reunirse en la misma mesa o casa. Impregna y te recuerda que pasamos por la vida, después de unos y antes que otros. El vino forma parte de tu dinámica, de tu ser, de los acontecimientos que vas viviendo y en los que vas creciendo. El vino requiere verdad, y mucho amor…


Reconozco que disfruto mucho descubriendo a otras personas, pero no con todas comparto "la misma bebida" ¿Será por qué no es lo mismo compartir un café, una beer, un chocolatte o un vino?

3 comentarios:

Jesús dijo...

Sí, pero todas esas bebidas, en exceso, son malas para la salud!!!

Besos

Anónimo dijo...

Compartir, disfrutar, vivir, querer, soñar, ... Cuánto se puede construir, idear, creer, ... frente a una de esas cuatro bebidas tan diferentes pero tan significativas a la vez.
Alba

Yolanda dijo...

Jesús, todo lo que rompe la armonía en la vida no es sano, aunque hay “pequeñas cosas” que en cantidades chicas “dan vida”… ¡Y gracias por preocuparte por la salud! :)

Alba, cierto lo que dices siempre y cuando uno sea capaz de percibir y disfrutar de las cosas pequeñas y sencillas de la vida.

Besos y merci por vuestras palabras.

PD: Esta es otra de las cosas que todavía no he descubierto como hacer en el cibermundo (lo de compartir el”hábito de tomar”)