viernes, 30 de mayo de 2008

Sencillamente, agua...

¡Cuantas palabras, cuantas concreciones diferentes, para una única esencia!

Es hermoso contemplar la lluvia, que suave y acompasadamente cae del cielo. De repente, de una nube, nace agua y casi sin pretenderlo penetra en la tierra, creando en un instante infinidad de imágenes que se escapan a las palabras.

Impresiona y apacigua el alma, escuchar el fluir del agua por el cauce de los ríos. Ver como en constante movimiento busca su destino y a ratos reposa dormida, sin perder su libertad.

Desconcierta la inmensidad de millones de gotas de agua, que en el mar forman su hogar, como si siempre hubiesen estado ahí, aunque nunca son las mismas, porque siempre vienen y van.

Asusta la furia con que vibra en los temporales o tormentas, revindicando su capacidad de intervenir en el transcurrir de los acontecimientos del mundo.

Endulza el oído escuchar como cae en las cascadas, con su fuerza y viveza. La constancia con la que fluye en las fuentes.

Interroga ver nacer agua en los manantiales, percibirla enfadada cuando se transforma en granizo.

Observar como el tiempo se detiene, cuando en hielo se transforma, recordándonos que no siempre podemos buscar la seguridad en el caminar.

Disfrutar de cómo se convierte en nieve y plácidamente cubre y purifica la Tierra.

Sorprenderse de lo rápido que se evapora y desaparece, fundiéndose con el calor del Sol. Ver como baila con el viento y besa las rocas.

Saber que corre libre en las entrañas de la tierra, y pasea invisible por el cielo. Que es capaz de apagar el fuego y también con él calentarse. Incluso produce luz con ayuda de los hombres.

Agua son las lágrimas de tristeza o alegría.

No tiene olor, sin embargo en contacto con la tierra produce aromas indescriptibles que nos recuerdan la frescura.

No tiene color, más cuando choca con el Sol, produce precisos colores en el arco iris.

No tiene sabor, pero cuando se asocia y se funde con otros elementos, produce sabores exquisitos.

Forma parte del planeta, y es elemento constitutivo de nuestro cuerpo. Unos mercadean con ella, otros la malgastamos y contaminamos. A otros privamos de tenerla, aunque la necesiten.

La toco con mis manos, y la siento suave, fría y en movimiento. Me acaricia cuando me roza la piel y me da vida cuando la bebo.

Yo no sé lo que es el agua, solo sé que forma parte de mi vida y de este mundo, y que nunca me es indiferente.

Doy gracias por la bendición del agua. Porque con ella nace vida y nos recuerda que el hombre no lo puede todo en este mundo. Porque permanece, aún pasando desapercibida, siempre con su movimiento y libertad.

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