jueves, 24 de enero de 2008

¡Un adulto con corazón de niño!

Absolutamente todos, hemos sido niños. Forma parte del proceso de la vida, la única que tenemos. Algunos hemos disfrutado del hecho de ser niños. Otros, por circunstancias de la vida, han tenido que crecer demasiado rápido, y se han visto privados de infancia. Algunos se han olvidado de que un día lo fueron. Y otros, ya adultos, seguimos siendo niños.

Trabajar con niños, o pasar tiempo cerca de ellos, es motivo para sentir que la vida nos ha hecho un precioso regalo.

Yo doy gracias por todos los adultos que siguen manteniendo el corazón de niño. Que son capaces de redescubrir el mundo en las pequeñas cosas. Que no han perdido la capacidad de sorprenderse de los acontecimientos cotidianos. Que sonríen porque se sienten felices. Que conservan la bondad y la capacidad de perdonar, a pesar de las decepciones que otros les hayan podido causar. Que contemplan y escuchan lo que sucede a su alrededor, como si nunca antes lo hubiesen hecho. Que abrazan y besan sin pretensiones. Que confían ciegamente en los demás, con una inocencia casi irreal. Que cantan, bailan y juegan porque sienten alegría de vivir. Que buscan ayuda y protección cuando sienten miedo o impotencia. Que encuentran respuestas sencillas a problemas difíciles. Que mantienen la capacidad de volver a empezar, aunque las cosas se hayan derrumbado una y otra vez. Que disfrutan intensamente el tiempo que pasan con los demás...

Los niños tienen la capacidad de ver, sin máscaras, a los adultos. Enseguida descubren quien, ya mayor, sigue conservando su corazón de niño. Pero también tienen la capacidad de hacernos recordar que un día lo hemos sido.

Sin duda, yo de los niños aprendo muchas cosas, más de lo que yo les puedo enseñar.

Si tú, te reconoces en estas palabras, o tienes cerca personas así, siéntete afortunado porque significa que todavía conservas tu corazón de niño, o estás a tiempo de recuperarlo.

¡Ojalá pueda llegar a ser abuela, sin haber perdido mi corazón de niña!

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