martes, 14 de octubre de 2008

Un cuento para ti...(VI)


Siempre una sonrisa...



Cuando el mundo todavía no era mundo y el tiempo era eterno, ocurrió que la sonrisa fue tallada, con paciencia y ternura en el corazón de cada ser, por un anciano y sabio artesano.

El artesano habitaba en el Reino de Emué. Este Reino era un misterioso, legendario y mágico lugar que poseía una belleza y una profundidad que cautivaba de inmediato. La calidez y la intensidad que expresaban sus colores, el olor que desprendía su tierra, las silenciosas caricias que regalaba el viento al soplar, el agua que fluía serena por el cauce del río, los rayos de sol que jugueteaban a su antojo entre las hojas de los robustos árboles, los sonidos de la vida que en armonía vivía en aquel lugar. Todo en el Reino de Emué, guardaba una profunda sabiduría y un hermoso equilibrio que provocaba que los sentidos se despertasen, y se envolviesen en una bonita sensación de paz. En aquel Reino, sólo existían corazones buenos y sencillos y cada ser que allí vivía era plenamente feliz. Los caminantes que llegaban por primera vez a Emué, enseguida comenzaban a disfrutar de su belleza y tenían la tentación de quedarse eternamente a vivir allí.

De todas las sonrisas que el artesano había tallado, en Emué existía una muy especial. El corazón tallado era el más bondadoso, de todos los tiempos y de todos los reinos conocidos. El duende Bletín atesoraba en su corazón la sonrisa más hermosa que nunca jamás existió.
Bletín era un ser bondadoso y sencillo. Tenía unos precios ojos oscuros y su mirada era profunda. Su aspecto sereno y sus manos suaves. Su rostro, su rostro expresaba algo... ¡siempre tenía una sonrisa para regalar! Bletín vivía en una casa colgada del puente Mecedora. Su casa era un lugar muy visitado, pues en las noches más cálidas se podían contemplar las estrellas más hermosas. De todas las constelaciones que se dibujaban en el firmamento, era especialmente preciosa y deslumbrante una constelación en forma de caracol. La sonrisa del caracol brillaba con tal intensidad, que a todos parecía enamorar, y además siempre sonreía señalando a la casa del duende Bletín.

Un día la profunda armonía de Emué se rompió. Ocurrió que, uno de sus habitantes propuso vender las sonrisas. A medida que las sonrisas se vendían y se compraban, la tristeza se fue apoderando del Reino de Emué. Cada ser fue perdiendo la memoria invisible. Esa memoria que permitía recordar la sonrisa que cada uno llevaba tallada en el corazón. Todo era más importante que el regalo de una sonrisa a los demás. Ciertamente poseían más cosas, pero el afán por sacar el mejor precio a la sonrisa acabó atrofiado la capacidad para sonreír. Los niños ya no eran capaces de aprender a sonreír porque nadie sabía como enseñarlos, y los ancianos añoraban aquellos años en los que sonreír forma parte de su vivir. El duende Bletín, ante tal acontecimiento, decidió marcharse pues sabía que vender sonrisas era vaciarlas de su significado original.

Cuando parecía que todo estaba perdido, sucedió que en una noche de tormenta, todos los ancianos del Reino tuvieron el mismo sueño. Mientras dormían la luna les susurró un secreto: "Todavía existe un ser capaz de sonreír, todavía existe un ser que atesora una sonrisa en su corazón. El duende Bletín debe volver".
A la mañana siguiente, mientras los primeros rayos de sol se dibujaban en el horizonte, la asamblea de los Nabá, los ancianos más ancianos de Emúe, se reunió para buscar la forma de hacer volver al duende Bletín. Después de mucho pensar y dialogar, los Nabá encontraron una solución. Para recuperar la sonrisa, dos corazones bondadosos debían ser enviados a buscar al duende Bletín. Los elegidos serían una niña y un anciano. El anciano podría reconocer la sonrisa al verla, y la niña descubriría la sonrisa que llevaba tallada en el corazón. Sabían que la búsqueda sería larga y difícil pero era la única solución. Todos los habitantes de Emué necesitan desesperadamente volver a sonreír, de lo contrario estarían condenados a vivir en la tristeza para toda la eternidad.

Al comienzo de la primavera, Lubén (el anciano) y Talé (la niña), se pusieron en camino para encontrar a Bletín. Los días fueron pasando, y a cada paso, la búsqueda se volvía más dura. Muchos países extraños que cruzar, peligros escondidos, rutas equivocadas, incertidumbre… Nadie parecía saber donde estaba aquel misterioso duende. El cansancio, el desánimo y el miedo comenzaban a apoderarse del corazón de Lubén y Talé. Pensaban que su tarea había fracaso y que el duende Bletín nunca aparecería.

Cuando estaban dispuestos a abandonar su búsqueda, una noche mientras contemplaban las estrellas, una preciosa y deslumbrante constelación se dibujó en el firmamento. La reconocieron enseguida, ¡era la constelación del caracol que solían contemplar desde la casa de Bletín! Lubén y Talé se pusieron en pie y comenzaron a caminar en la dirección que mostraba la sonrisa del caracol. Algo les decía que eso era lo que debían hacer. Caminaron y caminaron y cuando casi habían perdido la noción del tiempo, llegaron amaneciendo ya, a un precioso y silencioso bosque. Era un lugar que les resultaba muy familiar. Se sentaron a descansar en una roca al pie de un viejo y robusto árbol, que encontraron en un claro del bosque, al lado de un pequeño río. De repente, una profunda y dulce voz los saludó. De una de las ramas del árbol bajó el duende Bletín.
Lubén y Talé sintieron una profunda paz. Cuando todo parecía perdido, ¡por fin, lo habían encontrado! Necesitamos tu ayuda Bletín, dijo el anciano. La tristeza se ha apoderado del Reino de Emué y la necesidad de volver a sonreír es urgente, pero desde que las sonrisas se venden y se compran, nadie sabe como sonreír.
Un silencio eterno se produjo en el bosque. Bletín cerró los ojos unos segundos, y al abrirlos, sencillamente les sonrió. Sin darse cuenta Lubén y Talé también estaban sonriendo. Bletín aceptó volver con ellos a Emué, pues habían recordado lo más importante, las sonrisas se regalan y eso es posible porque las llevamos talladas en el corazón. A su regreso, Bletín, Lubén y Talé sencillamente se dedicaron a sonreír. En el Reino de Emué, poco a poco todo volvió a ser como antes, pues las sonrisas recobraron su sentido original. Volvieron a ser un regalo gratuito de uno seres a otros.

… El poder de una sonrisa. Una sonrisa es suficiente para que este mundo se convierta en un lugar mejor. Me siento profundamente afortunada y feliz cuando me encuentro con una persona que sencillamente me regala una sonrisa.
Mi deseo para ti… ¡Que jamás dejes de sonreír! La sonrisa que llevas tallada en el corazón es un hermoso regalo para los demás. Gracias por tu sonrisa :)

Yolanda

4 comentarios:

Anónimo dijo...

graciñas polo conto¡¡ e polas felicidades¡¡ nunca deixarei de sorrir mentres esté acompañado da boa xente que me acompaña por diferentes camiños dende hai moito tempo, cos seus sorrisos

gracias polos :)
gracias por estar no camiño

un bico¡¡

Yolanda dijo...

Sempre un sorriso... :)

Un bico

Anónimo dijo...

Sencillamente maravilloso. Este cuento debería ser leído a todos los niños del mundo (y a más de un adulto, que seguro que todos conocemos unos cuantos). Gracias Yolanda por estas letras que nos has regalado. Son muy hermosas y llenas de un sueño sonriente.
Te regalo a tí mi sonrisa. No es mucho pero seguro que te gusta.
Bicos

Yolanda dijo...

¡Gracias! por tus palabras y por tu sonrisa, Javi.
Las palabras, las acojo con mucha humildad... :)
... ¡Y de la sonrisa, que decirte! Ciertamente, para mi, cada sonrisa recibida es un lindo regalo.
Gracias :)

Una sonrisa