lunes, 22 de septiembre de 2008

Un día de vendimia...

Son las ocho de la mañana del sábado y me despierto en la casa del pueblo. El sol todavía se está desperezando (como yo!!) y el valle está realmente precioso. Los colores, la luz, el cielo, las montañas... El único ruido que se escucha es el de los pajarillos cantando y el del viento suave meciendo los árboles. Me tomo un café (relativamente rápido) contemplando este lindo amanecer y salgo de casa...
En 20 minutos (en coche) llego a a uno los “corazones naturales” más bonitos del interior de Galicia, la ribera del río Miño a su paso por el interior de la provincia de Lugo (reconozco que no soy objetiva, pero la fama de la “Ribeira Sacra del Miño” al igual que la de la "Ribeira Sacra del Sil", es conocida). Hoy toca vendimia..., ¡la primera de la temporada!
Desde que tengo memoria, la vendimia forma parte de mi familia. Año tras año, nos reunimos para vendimiar, para trabajar en común, para celebrar una nueva cosecha, para...
Pero la vendimia también es un trabajo que enseña a “socializar esfuerzos” con los que aún no siendo de tu familia, "colaboran con si lo fuesen".
De una generación a otra generación, ha ido pasado toda la riqueza y la sabiduría de antaño. Hacer vino requiere de mucho trabajo y de una gran dosis de paciencia y de amor (como todas las cosas importantes de la vida, cada vid, requiere de su tiempo y su espacio para madurar).
De mi familia, he aprendido el valor del trabajo, el esfuerzo, el sacrificio, la colaboración con los demás, la constancia, la paciencia... Pero también he aprendido a celebrar, a ser agradecida por lo que la madre tierra nos regala. He aprendido a comprender los procesos, y la riqueza de las culturas...
Recuerdo que de niña, una vid era más alta que yo, y mientras los mayores vendimiaban, yo me escondía debajo... Hoy esa vid, me queda a la altura de la rodilla y debo agacharme para vendimiarla... Hay vides que plantaron los abuelos de mis bisabuelos, y que parecen que resisten y se fortalecen con el paso del tiempo... Mucho he aprendido de esta cultura, muchas cosas me ha regalado y muchas cosas tengo que agradecer...
Papá solía decirme que era muy afortunada, porque era una chica de pueblo que vivía en la ciudad y que disfrutaba de lo mejor de las dos realidades... ¡Y tenía razón!. Una parte de lo que soy, disfruta profundamente en un día de trabajo en la viña, en un día de vendimia. Otra parte de mi disfruta de un buen vino (de su sabor, de su color, de su aroma..) que en ocasiones bebo en una sencilla y agradable comida compartida, en casa, en la ciudad...

Un día de vendimia, que yo no cambio por nada. Todavía queda alguno más...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La vendimia me trae recuerdos de infancia, cuando iba con mis padres a Castrelo do Miño y me perdía entre las vides (las altas). Y el olor tan característico de esta época del año. De mayor he ido a unas cuantas en Mandín, cerca de Verín, pero los recuerdos de mi infancia se mezclan demasiado con la realidad del presente y aparecen las comparaciones, siempre odiosas, entre unas vendimias y otras. No sé, cada una tiene su momento, supongo.
Besos y disfruta del zumo de la uva junto a unas buenas tapas gallegas.

Yolanda dijo...

Hay recuerdos bonitos, más allá del momento que nos toca vivir.

Intentaré, intentaré disfrutarlo...

Un abrazo inmenso :)

yolanda