domingo, 11 de noviembre de 2007

Un cuento para ti...(I)

¡Que tengas dulces sueños!

Existió en un tiempo de la historia de los hombres, un humano que dedicó la mayor parte de su vida a comprender, de todas las formas imaginables, lo que una vez de niño su abuelo le había contado.
Una noche, el abuelo le contó a Yaro que, desde que el mundo es mundo, los humanos nunca habían perdido su capacidad de soñar.
Yaro recordaba una y otra vez las historias de todos los rincones del mundo que el abuelo le había enseñado, la forma en que había descubierto la vida gracias a los relatos de “buenas noches” de su madre, y los preciosos cuentos que Nalí, su mejor amiga, le regalaba constantemente. Y después de tanto recordar y recordar, siempre se preguntaba porque no entendía lo que aquella noche el abuelo le había dicho.
Desesperado, Yaro, comenzó una búsqueda incesante que duró varios años. Recorrió el mundo, le preguntó a la luna y las estrellas, a la lluvia y la nieve, interrogó al sol, a los pájaros y los árboles, conversó en silencio con el mar y el viento, escuchó a otros humanos..., y la respuesta siempre era la misma, “tus sueños te responderán”
Abatido y solo, decidió hacer su último viaje a un lugar llamado Xanbé. Xanbé era un país en el cual todos sus ciudadanos poseían el don especial de dar respuesta a cualquier pregunta, incluso la más difícil.
En Xanbé conoció a Agoki. Agoki era un ser mágico y bondadoso que comprendió enseguida el problema de Yaro. Con lágrimas en los ojos, le imploró que le ayudase a comprender la verdad. Agoki le preguntó si realmente estaba dispuesto a llegar a la esencia de su pregunta. Durante unos instantes Yaro sintió, con más fuerza que nunca, la necesidad de comprender aquello que el abuelo le había contado, fuese cual fuese el precio. Finalmente le dijo a Agoki que sí.
Agoki abrazó a Yaro, y de repente Yaro sintió un intenso y profundo amor, cálido y sin condiciones. Recordó que de niño, cuando escuchaba a su abuelo o a su madre, sentía exactamente lo mismo. Entonces comprendió que los humanos nunca habían perdido su capacidad de soñar porque otros humanos antes les habían enseñado a soñar, simplemente por una razón de amor. La mejor herencia que una persona puede dejar a los que ama, es la capacidad para ser lo que desean ser. Nuestros sueños de hoy, son la medida de lo que seremos mañana.
Por fin, Yaro encontró lo que tanto había estado buscando y supo que el precio al que Agoki se refería era que él tenía que enseñar a otros a soñar, simplemente por amor.
Cuando en esta vida, alguien te desea que tengas dulces sueños, te está enseñando a soñar por el amor que te tiene, deseando que en la esencia de lo que sueñas, resida la persona que puedes llegar a ser.
Para ti..., ¡Que tengas dulces sueños!
Yolanda

No hay comentarios: